La cultura española está de luto tras el fallecimiento de Iñaki Fernández, conocido como Iñaki Glutamato, cantante y fundador de la mítica banda Glutamato Ye-Yé, este 10 de mayo en Madrid. A los 63 años, víctima de un cáncer tras meses de lucha, Fernández deja un vacío irreparable en la escena musical y en aquellos que a su lado vivieron la efervescencia de la Movida madrileña. Su muerte, anunciada por la banda en Instagram con un emotivo mensaje (“Adiós Iñaki, estarás en nuestros corazones glutameros”), ha desatado una ola de homenajes que celebran su legado como uno de los grandes agitadores culturales de los años ochenta.
Nacido en Bilbao en 1961, hijo de un asturiano y una vizcaína, Iñaki Fernández fue un espíritu inquieto desde su juventud. Adolescente aún, escapó a los paraísos contraculturales de Ibiza y Formentera, absorbiendo la libertad de los movimientos hippies. De vuelta en Madrid, se instaló en el epicentro de la naciente nueva ola, donde, junto a su amigo Luis Vida ‘El Bomba’, decidió romper con su imagen hippy. Se cortó la melena y adoptó un bigote que evocaba a Chaplin, Dalí o, para algunos, figuras más controvertidas, convirtiéndose en un símbolo de provocación. “¿Va de Hitler o de Chaplin?”, se preguntaban entonces, mientras él, con ironía, respondía en La Bola de Cristal: “Todos mis amigos llevan bigote: Dalí, Stalin, Vicente Calderón”.
En 1979, junto a Ramón Recio, fundó Glutamato Ye-Yé, una banda que se alzó como estandarte del pop irreverente y experimental de la Movida. Con Manuel ‘Patacho’ Recio, Alberto Haro, Jacinto Golderos y Carlos Durante, el grupo forjó un sonido que mezclaba punk, psicodelia y humor absurdo, desafiando las tendencias más edulcoradas del momento, como las de Nacha Pop o Los Secretos. Su primer EP, «Corazón loco«, y temas como ‘Un hombre en mi nevera‘ los catapultaron a la fama, consolidándolos como parte de las ‘Hornadas Irritantes’ junto a Derribos Arias y Siniestro Total.
Glutamato Ye-Yé no era solo una banda; era un manifiesto de transgresión y libertad. Su mayor éxito, «Todos los negritos tienen hambre y frío«, un mini-LP que vendió 40.000 copias, se burlaba con mordacidad de las canciones solidarias de la época, anticipándose al Live Aid de 1985. Letras como ‘Comamos cereales‘, ‘Soy un socio del Atleti‘ o ‘Alicia‘ (que les valió una propuesta para Eurovisión) capturaban el espíritu gamberro de una juventud que celebraba la recién conquistada democracia. Sus actuaciones en programas como La Edad de Oro o Caja de ritmos y en salas míticas como Rock-Ola o El Sol marcaron una época. En una memorable aparición en La Edad de Oro, Iñaki arrojó barras de pan al público, que se las devolvió con furia, mientras respondía a gritos de ‘payaso‘ con un desafiante ‘¡Tu padre!‘.
El grupo, que se disolvió en 1986 tras el álbum «Vive subida«, se reunió esporádicamente, destacando un concierto en 2008 en la sala Joy Eslava, retransmitido por Radio 3, donde homenajearon a miembros fallecidos como Ramón Recio. Iñaki, siempre inquieto, exploró otros proyectos como Iñaki y Los Beatos y Los Pecadores, aunque su legado quedó eternamente ligado a Glutamato. Su estética, con gabardinas militares, txapelas o coronas de espinas, y su actitud desafiante lo convirtieron en un icono de la ruptura cultural de la España postfranquista.
Iñaki Fernández fue mucho más que un cantante: fue un provocador cultural que encarnó el espíritu de la Movida madrileña, un movimiento que transformó la música, el cine, la moda y el arte en la España de los ochenta. Su música, con su mezcla de pop, punk y sátira, abrió camino a una forma de entender el arte como un espacio para lo absurdo y lo radical, libre de las ataduras comerciales. Como señala el periodista Jesús Ordovás, “Iñaki era un ser excepcional, ingenioso, divertido, bueno en todos los sentidos”. Su capacidad para fusionar humor, crítica social y melodías pegadizas influyó en generaciones de músicos que encontraron en Glutamato un modelo de autenticidad y valentía.
Fernández también destacó por su versatilidad. Militante comunista en su juventud, hare krishna por un tiempo y regente de una tienda de arte étnico en Malasaña en los noventa, su vida fue una búsqueda constante de experiencias. Su bigote, que generó controversias (como en un concierto en Valencia donde neonazis esperaban algo que no era), era un escudo de provocación, un guiño irónico que desafiaba las convenciones. Como él mismo decía en 2011 a El País, “lo hacía por provocación. Tenía 20 años y me colé en manifestaciones del 20-N por divertimento”. Esta actitud, unida a su carisma, lo convirtió en un símbolo de una época que celebraba la diferencia.
Iñaki se convirtió en un icono de la Movida por su capacidad para encarnar su espíritu rebelde y heterodoxo. En un contexto de efervescencia cultural tras la dictadura, su música y su imagen rompieron con el pasado, ofreciendo a una juventud ansiosa de libertad un espejo en el que mirarse. Canciones como ‘Soy un socio del Atleti‘, adoptada por el Frente Atlético, o ‘Todos los negritos‘ resonaron en un país que aprendía a reírse de sí mismo. Su presencia en programas como La Bola de Cristal lo acercó a un público amplio, consolidando su estatus de figura de culto.
Más allá de la Movida, Iñaki representó una forma de entender el arte como resistencia y juego. Como apunta Diego A. Manrique, fue “torrencial en su expresión musical, de gran cultura underground, inclinado hacia la heterodoxia”. Su legado, que trasciende los escenarios, vive en la memoria de quienes bailaron sus canciones y en la influencia que dejó en la música española, desde el pop alternativo hasta el indie. El periodista Julio Ruiz propuso que el estadio Metropolitano entone ‘Soy un socio del Atleti‘ en su honor, un gesto que resume su impacto cultural.
La muerte de Iñaki Fernández cierra un capítulo de la historia musical española, pero su espíritu permanece en cada acorde de Glutamato Ye-Yé. Sus canciones, que mezclaban irreverencia y poesía, siguen evocando la libertad de una época irrepetible. Desde las salas de Malasaña hasta los platós de TVE, Iñaki dejó una huella imborrable como artista y como símbolo de una generación que soñó con cambiar el mundo. Como escribió Carlos Bardem en redes, “era un gran tipo, un gran artista”. Mientras Madrid y España lloran su pérdida, su música invita a recordarlo con una sonrisa, cantando ‘Un hombre en mi nevera‘ o ‘Corazón loco‘.https://www.youtube.com/watch?v=To7z9uBlGmE