mayo 15, 2025

Guada desarma el alma con «Algo Familiar»

Guadalupe Álvarez Luchía, conocida como Guada, ha pasado años tejiendo un cancionero que equilibra la vulnerabilidad con una fuerza que no necesita alzar la voz para ser escuchada. Con «Algo familiar«, su nuevo álbum, la artista hispano-argentina entrega su trabajo más logrado, un conjunto de nueve canciones que destilan intimidad y universalidad a partes iguales. Producido por Toni Brunet (Quique González, Coque Malla), «Algo familiar« es un ejercicio de introspección que transforma lo cotidiano en épico, dialogando con el folk, el rock de autor y el indie con una sensibilidad que recuerda a los grandes narradores del alma. Este disco no solo marca un cénit creativo para Guada; es una invitación a habitar las grietas de la memoria, la familia y el amor, con una honestidad que desarma y reconforta.

Desde el primer acorde de ‘Todo te parece normal‘, el álbum establece su tono: un arpegio de guitarra que cruje como madera vieja, la voz de Guada flotando como un susurro que podría romperse pero nunca lo hace. «Tiene que haber un punto de encuentro entre el escándalo y el silencio«, canta, y esa línea encapsula la esencia del disco: un equilibrio entre lo crudo y lo tierno, lo doméstico y lo cósmico. El sencillo, con su ritmo indie folk y su bajo pulsante, evoca la calidez de «Fevers and Mirrors» de Bright Eyes, pero con una perspectiva más terrenal. ‘Historia compartida‘, con la colaboración de Ismael Serrano, es otro punto álgido, una balada que entrelaza dos voces en un diálogo sobre el peso de las raíces, con un arreglo de cuerdas que respira como un amanecer. ‘Amor esdrújulo‘, por su parte, es una serenata ingeniosa, con un juego lírico de palabras esdrújulas que convierte el amor en un rompecabezas poético, envuelto en un folk acústico que huele a hogar.

El estilo musical de»Algo familiar» es un crisol que fusiona el folk introspectivo con el rock de autor y destellos de groove indie. ‘La parte dulce de las cosas‘ introduce un toque de americana, con un slide guitar que recuerda a los momentos más cálidos de Wilco, mientras ‘Miguitas de pan‘ se sumerge en un minimalismo que podría haber sido escrito por Cat Power en sus días más crudos. ‘Desastre mortal‘ acelera el pulso con un ritmo que coquetea con el pop-rock, mostrando la versatilidad de Guada para navegar entre géneros sin perder su centro. La producción de Brunet es clave: cada instrumento tiene su lugar, desde el murmullo de una batería en ‘Madre‘ hasta el eco de un coro en ‘Las intenciones‘. El disco suena vivo, como si las canciones hubieran sido grabadas en una sala con las ventanas abiertas, dejando entrar el aire de la vida real.

Las letras son el corazón palpitante de «Algo familiar«, y aquí Guada brilla como una poeta que encuentra lo universal en lo cotidiano. «Son canciones que necesitaba escribir, que hablan de personas reales de mi vida«, dice la propia artista, y esa autenticidad se siente en cada verso. En ‘Donde nací‘, canta: «Volver al lugar donde todo empezó / Es como mirarme en un espejo roto«, una reflexión sobre la identidad que corta como un cuchillo. ‘Madre‘ es devastadora, una elegía que enfrenta el amor filial con el peso del tiempo: «Te llevo en la piel, pero no en la voz«. Incluso en momentos más ligeros, como ‘Amor esdrújulo‘, hay una profundidad que trasciende el juego lingüístico: «Esdrújulo es mi amor, que no se rinde«. Comparadas con la poesía abstracta de Joni Mitchell, las letras de Guada son más directas, más ancladas en la experiencia vivida, lo que las hace accesibles sin sacrificar su peso emocional. La única crítica es que algunas canciones, como ‘Las intenciones‘, pueden sentirse menos incisivas, repitiendo temas de pertenencia sin añadir nuevas capas.

La producción de Toni Brunet es un ejercicio de contención y elegancia, grabado en Gaua Estudios en el País Vasco con una claridad que respeta la crudeza de las emociones. Las guitarras de Brunet, junto a la batería de Karlos Arancegui y las cuerdas de Manu Clavijo, crean texturas que envuelven la voz de Guada como una manta gastada pero cálida. La masterización de Vicent Huma asegura que cada detalle brille, desde el crujido de una cuerda hasta el susurro de un coro. Sin embargo, esta pulcritud puede ser un arma de doble filo: en ‘Desastre mortal‘, la mezcla tan cuidada resta algo de la urgencia que la canción podría haber tenido con un enfoque más lo-fi. La colaboración con Ismael Serrano en ‘Historia compartida‘ es un acierto, añadiendo una voz que complementa sin eclipsar, aunque su presencia podría haber sido más arriesgada para evitar caer en lo predecible.

Las influencias de Guada son un diálogo transatlántico que conecta el cancionero latinoamericano con el indie folk anglosajón. Se sienten ecos de Joni Mitchell en la introspección de ‘Madre‘, de Juana Molina en la libertad rítmica de ‘Miguitas de pan‘, y de Quique González en el lirismo directo de ‘Todo te parece normal‘. Comparado con «Carrie & Lowell» de Sufjan Stevens, «Algo familiar« es menos etéreo pero igual de devastador, con una narrativa más lineal. Su mezcla de americana, folk y rock de autor también evoca a «Stranger in the Alps» de Phoebe Bridgers, pero con un enfoque más arraigado en la tradición cantautora.

El significado más profundo de «Algo familiar« está en su exploración de la identidad a través de la memoria y la familia. «Recordar de dónde vengo es lo que me permite ver hacia dónde quiero ir«, dice Guada, y el álbum es un mapa de ese viaje. Cada canción es un hito en una cronología emocional, desde el anhelo de pertenencia en ‘Donde nací‘ hasta la aceptación en «Algo familiar«. El título refleja esa dualidad: lo familiar como refugio y como herida, como un hogar que construyes y un peso que llevas. La atmósfera es como sentarse en una cocina al anochecer, con el aroma de café y el murmullo de historias que no se terminan de contar. Provoca una mezcla de nostalgia y alivio, como encontrar una carta antigua y darte cuenta de que aún puedes escribir la respuesta.

Los puntos fuertes de «Algo familiar» son su cohesión emocional, la puntería lírica de Guada y una producción que eleva cada canción sin opacarla. Sus debilidades están en algunos momentos líricos menos memorables y en una recta final que, aunque sólida, no siempre iguala el impacto de los primeros cortes.

Guada ha creado una obra que no solo ilumina su propio camino, sino que ofrece un faro para cualquiera que haya buscado sentido en lo cotidiano. Es un recordatorio de que la música, cuando se hace con verdad, puede ser tan universal como un recuerdo compartido.

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