La cantautora canaria Valeria Castro anunciaba este jueves su retirada temporal de los escenarios tras una actuación en la Gala 4 del programa que desató críticas feroces en redes. Los conciertos de octubre y noviembre se reubican, y su gira por Latinoamérica pasa a 2026, mientras artistas como Dani Fernández y Viva Suecia la defienden con uñas y dientes: «Juzgarnos por una nota es perverso»
La voz de cristal de Valeria Castro ha conquistado el panorama indie español con himnos como ‘La corriente‘ o ‘Guerrera‘, ha decidido pulsar el botón de pausa. Tres días después de su actuación en la Gala 4 de Operación Triunfo 2025 (un dueto con Dani Fernández que se torció en directo y abrió las compuertas de un diluvio de críticas), la artista palmera ha comunicado en Instagram su necesidad de «parar para recuperarme física y mentalmente». «Los últimos meses no han sido fáciles y las últimas semanas, de manera progresiva, todo se me ha ido agarrando a la garganta», confiesa en un emotivo texto, donde revela un agotamiento que «me ha ido apagando poquito a poco». Esta decisión implica la suspensión inmediata de su gira española y el aplazamiento de su tour latinoamericano, un frenazo que llega en plena efervescencia de una carrera que la ha llevado de los premios Taburiente a siete nominaciones en los Premios de la Música 2025.
La palmera tenía un calendario repleto que ahora se reorganiza como un rompecabezas emocional. Los shows de octubre y noviembre se reubican entre diciembre y febrero de 2026. Su concierto en Vigo, por ejemplo, pasa al 8 de diciembre a las 21:00, mientras que las entradas ya adquiridas serán válidas o reembolsables sin coste. Su gira por Latinoamérica, que iba a arrancar en noviembre en México y extenderse a Colombia y Argentina, se pospone a la primavera de 2026, con fechas aún por confirmar. «En breve les comunicaré las nuevas citas», promete la canaria, que agradece el «cariño infinito» de su público y asegura: «Necesito parar para que esto siga teniendo sentido y poder volver con fuerza, porque lo haré».
Esta pausa no es un adiós caprichoso, sino un grito de auxilio en un año marcado por la presión: nominaciones a Latin Grammy, un Emmy y tres premios de la Academia de la Música en 2025 por categorías como Mejor Canción de Cantautora y Mejor Canción BSO. Pero el detonante ha sido OT 2025, donde lo que debía ser un momento de brillo se convirtió en un vendaval tóxico.
Todo estalló el lunes 13 de octubre en la Gala 4 de Operación Triunfo. Valeria Castro subía al escenario del plató para interpretar ‘¿Y si lo hacemos?‘, su colaboración de 2024 con Dani Fernández, un tema romántico y etéreo que prometía ser el oasis emocional de la noche. Ella arrancaba sola, con el micrófono en mano y una escenografía minimalista que realzaba su vulnerabilidad. Pero desde las primeras notas, algo falló: su voz, habitualmente delicada y proyectada como un susurro de mar, se quebró. Parecía ahogada, sin aire, con un timbre nasal y entrecortado que desconcertó a espectadores y concursantes por igual. «Canta en cursiva», bromeaba un usuario en X; «Parece que tiene un polvorón en la boca», soltaba otro en TikTok. Memes y nominaciones ficticias a la artista inundaron las redes, acumulando miles de visualizaciones en horas. «¿Por qué está cantando como si tuviera un resfriado crónico?», se preguntaban en foros, mientras algunos apuntaban al eterno talón de Aquiles de OT: un sonido desastroso, con mezclas endémicas que traicionan a los invitados.
La crítica no se quedó en lo técnico. Rápidamente derivó en lo personal: comentarios sobre su «estado físico», su «falta de profesionalidad» o incluso insinuaciones de agotamiento previo por una agenda «exigente». «Valeria Castro nominada», ironizaban, equiparándola a los concursantes del programa. El revuelo fue tal que el hashtag #ValeriaCastroOT escaló a trending topic, con un 60% de menciones negativas según analíticas de redes. Para Valeria, que ha construido su carrera en la autenticidad, este escrutinio fue el colmo. «Todo esto es imposible de gestionar», admite en su comunicado, donde vincula el episodio a un «deterioro progresivo» de su salud mental, agravado por meses de presión acumulada.
Pero en medio del barro digital, surgió un baluarte inesperado: el apoyo unánime de la escena musical. Dani Fernández, su compañero de dueto y amigo cercano, fue el primero en alzar la voz el martes 14. «Los artistas somos más que una actuación, una nota o un momento televisivo. Juzgarnos por una fotografía tan estática de nuestro trabajo es perverso, y como siempre, se esconde tras el anonimato de las redes», tuiteó, rematando con un «Te admiro y te quiero, amiga». Su mensaje, compartido miles de veces, fue un bálsamo que contrastaba con la acidez online.
La ola no paró ahí. Viva Suecia, que ha compartido escenario y estudio con ella, irrumpió con un tuit incendiario: «Conocemos bien a Valeria Castro, y no solo te aplaca con su voz, sino que lo hace tan solo con su presencia… No sabemos qué ha pasado, pero os deberíais lavar la boca con lejía antes de perder el respeto y la empatía ante una persona tan maravillosa». Andrés Suárez, otro baluarte del cantautorismo, añadió leña: «Valeria Castro es de las mejores voces y autoras que me he encontrado. Veremos dónde está en 20 años y dónde la crítica de hoy. Qué asco de redes sociales nos están quedando, de maldad cobarde gratuita».
Otros no se quedaron atrás: Tony Aguilar, locutor de Los 40 y comentarista eurovisivo, elogió su «talento indiscutible»; Alcalá Norte criticó a las «fandoms de niñatos» por el acoso; y Veintiuno, junto a Andrés Suárez, reiteró que «su último disco es una barbaridad». Esta solidaridad no solo amortigua el golpe, sino que subraya un mal endémico: la toxicidad de las redes, donde un mal directo eclipsa carreras enteras. Para Valeria, que ha lidiado con la muerte de su abuela (su «inspiración») en 2024 y una agenda que la llevó a cancelar un show en Pirineos Sur por duelo, este parón es un acto de autocuidado radical.
Mientras tanto, su comunicado cierra con esperanza: «Volveré con fuerza». Y si sus compañeros son indicio, lo hará arropada por un ejército de voces que saben que el talento no se mide en una gala, sino en el alma de las canciones.