El 10 de agosto de 2025, un silencio profundo se asentó en el mundo del rock con la muerte de Bobby Whitlock, tecladista y cofundador de Derek and the Dominos, a los 77 años tras una breve lucha contra el cáncer, según confirmó su manager Carol Kaye. Rodeado por su familia en Texas, Whitlock dejó un legado que resuena en «Layla and Other Assorted Love Songs«, donde sus teclados y coros tejieron la magia junto a Eric Clapton, y en colaboraciones con George Harrison en «All Things Must Pass«. Su partida es un recordatorio de una era donde el soul y el rock se fundían con autenticidad, un eco que aún guía a nuevos creadores.
Nacido en Memphis en 1948, Whitlock creció entre campos de algodón y gospel, un telón de fondo que moldeó su sonido soulful antes de unirse a Stax Records como el primer blanco firmado, tocando con Sam & Dave y Booker T. & the M.G.’s. Su camino con Derek and the Dominos, formado en 1970 con Clapton, Carl Radle y Jim Gordon, dio vida a ‘Layla‘, un himno nacido de la pasión de Clapton por Pattie Boyd y las armonías de Whitlock. Tras la disolución del grupo en 1971, lanzó discos solistas como Bobby Whitlock, con aportes de Clapton y Harrison, antes de retirarse temporalmente a una granja en Mississippi.
Whitlock no solo fue un músico, sino un puente. Su trabajo en «All Things Must Pass«, con teclados en ‘Beware of Darkness‘, y su contribución no acreditada a «Exile on Main Street» de los Rolling Stones reflejan una versatilidad que trasciende géneros. La muerte de Whitlock cierra un capítulo de Derek and the Dominos, donde Clapton queda como el último sobreviviente tras las pérdidas de Radle y Gordon. Su esposa, CoCo Carmel, lo despidió con: «Life is what you make it, so take it and make it beautiful«, un mantra que encapsula su viaje desde la pobreza a las alturas del rock.
Whitlock se va, pero su música permanece. Desde los campos de Memphis hasta los estudios de Londres, su piano y su voz dejaron un eco que no pueden ignorar. En un 2025 de ruidos y fracturas, su alma sureña sigue siendo un faro, aunque la luz tiemble bajo el peso del tiempo.