No estuve en el Movistar Arena de Madrid el 5 de julio, no estuve en el Movistar Arena cualquiera de las otras dos fechas cuando Rauw Alejandro desató su ‘Cosa Nuestra World Tour‘ ante más de 15.000 almas (cada jornada) enfervorecidas. Pero los vídeos que las redes sociales, con sus luces estroboscópicas, coreografías y pantallas narrando una telenovela urbana, me bastan para preguntarme: ¿esto es un concierto? ¿O es, en el mejor estilo madrileño, una zarzuela moderna envuelta en neón, donde la música es un mero telón de fondo para un espectáculo que privilegia la pose sobre la sustancia? Rauw Alejandro, el puertorriqueño que ha conquistado las listas de éxitos y está entre los artistas con más reproducciones en plataformas, ofrece un show que se supone magnético, pero llamarlo música es un salto de fe que, desde la distancia, no estoy dispuesto a dar.

Rauw Alejandro, con su mezcla de reguetón, salsa, R&B y electro-funk, ha sido coronado como un titán de la música latina. Su álbum «Cosa Nuestra«, con colaboraciones de Bad Bunny, Romeo Santos y Pharrell Williams, es un collage ambicioso que abraza la diáspora puertorriqueña en Nueva York. En Madrid su concierto de alrededor dos horas y media (lo podéis comprobar recorriendo los videos que de manera compulsiva cuelgan sus fans) fue una ópera urbana en cuatro actos, con tiroteos ficticios, triángulos amorosos y persecuciones en pantallas gigantes. Canciones como ‘Punto 40‘, ‘Santa‘ y ‘Qué pasaría‘ se desplegaron con bailarines disfrazados de mafiosos y bartenders, bajo una estética que Billboard compara con West Side Story en 2025. Los fans, vestidos con la elegancia dictada por el dress code de Rauw (web:9), corearon cada palabra, encendieron linternas, de los móviles porque tampoco hay mecheros ahora, y rugieron con ‘Desenfocao‘. La prensa capitalina celebran la “euforia” y el “poder latino” mientras influencers del momento alaban la “energía brutal” del show. Pero los vídeos revelan más artificio que alma: coreografías milimétricas, sí, pero una música que parece un accesorio para el espectáculo visual.
Aquí radica el problema: Rauw Alejandro es un performer, no un músico. Los clips en TikTok muestran a un artista que comanda el escenario con un supuesto carisma, pero las canciones (con sus ritmos predecibles y letras que rozan el cliché) se diluyen bajo el peso de la teatralidad. Todo ello impregnado por un tufo machista en la narrativa de temas que tienen como protagonistas femme fatales que traicionan al héroe, reforzado por letras que fetichizan el amor y la conquista. Comparado con la gira Sin Cantar Ni Afinar de C. Tangana, Rauw se queda corto. Tangana, con su orquesta y guiños a la tradición española, creó un espectáculo que era musicalmente audaz y visualmente sofisticado, sin caer en el egocentrismo de un protagonista omnipresente. Rauw, en cambio, parece más interesado en la video para TikTok que en la música misma, sin duda, la viralidad eclipsa la sustancia.

Su banda, aunque competente, no logra reparar el desaguisado. La comparación con West Side Story es generosa pero engañosa: donde Leonard Bernstein tejió una narrativa musical densa, Rauw ofrece un montaje visual que podría acompañar un vídeo de YouTube sin perder su esencia. Ese exceso de artificio, y los vídeos confirman que el foco está en el show (luces, bailarines, pantallas) antes que en la música. En 2025, cuando el reguetón compite con el hiperpop y el trap, Rauw Alejandro es un fenómeno, pero no un innovador. Su ‘Cosa Nuestra‘ es un producto de su tiempo, pero carece del alma que hace de un concierto algo más que una representación.