“¿Tenéis ganas de reír? Pues mejor. Es que hay gente que viene a estas cosas con muy pocas ganas de reírse”.
No creemos que ninguno de esos estuviera en la sala cuando llegó Jorge Yorya. Fue el primer cómico en pisar el escenario de La Revoltosa, sala casi hermana de Sinatra, donde el humorista ya ha actuado varias veces. Un cambio de ubicación que no desanimó a sus acólitos. Estos cogieron paraguas, abrigo y navajilla – está en el Calvario – y llenaron el piso de abajo del local. Allí se reunieron fans de su etapa en Comedia Perpetua, seguidores de su twitch y youtube y (a estos se los ve llegar de lejos, no sabemos con qué otra excusa se habrían metido en una vinoteca) incondicionales de Directos en Directo.

Tras tantas visitas, Jorge Yorya es casi más vigués que madrileño, y así nos lo dejaba saber con constantes referencias a Abel Caballero, el Dinoseto o lo difícil de aterrizar en Peinador. Todo ello envuelto en el paquete de Lágrimas de Pollo, el título de su espectáculo unipersonal en el que, bueno, no habla de snacks fritos, pero sí de series de televisión, bodas y despedidas de soltero, el reino animal…
Le cae también un poco a ese sector del público que va a los shows a hablar: “el público ha cambiado mucho, cuando yo era pequeño lo normal era esconderse para que no te dirigieran la palabra” y aprovecha para interpelar a algunos en las primeras filas, incluso charlando en gallego (“a ver, lo he entendido, soy madrileño, no bosnio”). Para los que tenemos a Juan Dávila más presente de lo que nos gustaría, es un bloque funciona de maravilla para encarar la recta final del espectáculo.
Casi todo es nuevo. Esta vez sí. Casi un 100%. Movidas, metacomedia y cambios de tono para no dormirse. No hizo falta que entrase el científico Flispy. Una pena, si me preguntas, pues habría puesto el colofón a las lágrimas de pollo de Jorge Yorya.