Una vez más regresamos, tras el parón provocado por la pandemia, para cruzar las puertas del Couraíso y celebrar la trigésima edición de Vodafone Paredes de Coura, sin duda, uno de nuestros festivales favoritos. Este festival tiene lugar en la pintoresca ladera de la Playa Fluvial del Taboão, un entorno idílico al que año tras año acuden miles de melómanos en peregrinación. Aquí, el cartel en sí pasa a un segundo plano, ya que la magia del entorno, la camaradería de la gente y la energía única reinante hacen que te sientas como en casa desde el primer instante, incluso si es tu primera vez cruzando el arco con la ya característica pulsera roja en la muñeca.
Tras diversos saludos, paseos y sonrisas, nuestra trigésima edición dio comienzo con el concierto de Yo La Tengo. Originarios de Hoboken, Nueva Jersey, y con cuarenta años de trayectoria, Yo La Tengo es responsable de uno de los debuts más impactantes de la historia musical: «Ride the Tiger«, un álbum que sentó las bases del género conocido como indie y les otorgó un estatus de banda culto desde sus inicios. Su actuación en Paredes de Coura se podría resumir en una palabra: intensidad. Para lo estadounidenses no existen ni presentaciones ni anécdotas, el tiempo y los escenarios han demostrado que lo suyo es tocar y, quizás, una leve sonrisa cómplice.
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Sin rodeos, presentaron su último trabajo “This Stupid World”, publicado hace apenas seis meses. Atravesando sin palabras vanas toda su discografía como quien toma café al otro lado de la camilla en el salón de Georgia Hubley, una de esas personas que por algún extraño motivo proyecta una inusitada tranquilidad en mitad de las portentosas guitarras de su compañero Kaplan.
Tras décadas sobre los escenarios siguen proyectando una timidez que evoca a una banda amateur en sus primeros grandes conciertos. Esto demuestra que la edad, lejos de ser un obstáculo, se ha convertido en una compañía elegante para la banda.
Tras concierto de Yo La Tengo, llegó el momento de explorar el escenario Yorn por primera vez este año. En él, nos encontramos nuevamente con un trío liderado por una mujer y, nuevamente, proveniente de Estados Unidos y, nuevamente, parcos en palabras y directos en sonidos. Hablamos de Julie, que navega entre los géneros shoegaze y postpunk, evocando sonidos que nos recuerdan a los Sonic Youth más aguerridos, cargados de distorsión.
No obstante, el plato fuerte estaba por llegar, y llevaba el nombre de Frank Carter, Frank Carter & the Rattlesnakes. Los irlandeses representaban el punto culminante de la primera jornada del festival, y lo demostraron desde los primeros acordes, cuando Frank Carter cruzó el foso para subirse a la valla de la primera fila y, a lomos del público, inició un concierto que para muchos quedará grabado en la historia del festival.
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En este punto, podríamos decir que fue el concierto del año para nosotros, pero sería mentir. A pesar de comenzar con una actitud impresionante, el concierto no mantuvo la misma calidad en términos de sonido, ya que diversos cortes interrumpieron la actuación. A pesar de ello, la banda no se inmutó y, demostrando profesionalismo, continuó como si nada hubiera ocurrido. Unido eso al impactante comienzo para nosotros el concierto se diluyó y fue de más (de mucho más) a menos, pasando de ser grandioso a ser un buen concierto. Es verdad que temas como ‘Crowbar‘ o ‘My Town‘ seguían sonando increíbles en vivo, pero esperábamos más, o al menos de una manera diferente.
Un momento destacable ocurrió durante el concierto de los irlandeses. Frank Carter se dirigió a la audiencia, instándola a participar en el primer pogo pero de una manera especial. Propuso un pogo dedicado a las mujeres, transformando el mosh en un espacio seguro donde pudieran expresarse sin temor a juicios o violencia. La banda intentó resaltar la importancia de la mujer en un entorno musical a menudo dominado por lo masculino y patriarcal, ofreciendo respeto y un espacio para ellas. ¿Habría alternativas mejores? Es posible, pero sin duda, Frank Carter & the Rattlesnakes dieron un paso significativo al demostrar que las cosas pueden hacerse de manera distinta para que todos se sientan cómodos y felices.
Nuestra primera noche concluyó con la propuesta de post-punk de Squid. Su enérgico espectáculo nos llevó por paisajes sonoros poco convencionales. Con ellos, dimos cierre a este primer día. Lamentablemente, no pudimos disfrutar de Jessie Wade, pero como mencionó Frank Carter desde el escenario: «Es miércoles, ¿qué haceís aquí?«, nosotros pensamos lo mismo al despertar el jueves para enfrentar nuestras responsabilidades laborales.