La verdad es raro asistir a un concierto un domingo a la noche, casi tan raro como lo que hace su interpreta: Olafúr Arnalds. Cuando comentaba en casa mi idea de desplazarme al Theatro Circo de Braga pronto me preguntaron de quién se trataba y qué hacía ¿Qué hace Olafúr Arnalds? Según la todopoderosa Wikipedia, Olafúr Arnalds es un multiintrumentista islandés que mezcla cuentas con el piano y posteriormente agrega elementos electrónicos, pasando así de la música clásica a la moderna. Yo, que no soy tan exacto ni sé tanto como la Wiki, creo la propuesta de Arnalds es mucho más fácil de definir: Olafúr Arnalds es magia.
Ilusionistas son aquellos que desafían las leyes lógicas para realizar acciones que resultan inverosímiles en nuestra cotidianidad. Es irracional llenar un teatro con más de 850 butacas en domingo a las 21.30 horas, irracional es que en platea lo jóvenes con vans y flequillo compartan fila con mujeres engalanadas con abrigos de piel y hombre de corbata. Inverosímil es que un pianista clásico vista con camiseta y zapatillas.
La expectación contenida estalla cuando Arnalds hace su entrada en el escenario. El islandés esboza una tímida sonrisa y se sienta al piano sabedor que se ha convertido en el foco de más de 800 ojos. Y aunque somos casi un millar los congregados la soledad se apodera del Theatro Circo. Suena ‘Arbakkin’ mientras nuestros ojos se posan en Olafúr y su piano de cola pero, de pronto, algo sucede y un cuarteto de cuerda brota en la oscuridad. Segundo truco del islandés ¿Y el primero?
El primer truco se encuentra desde el instante cero ante nuestros ojos. Como ilusionista, Arnalds sabe que la mejor manera de ocultar algo es mostrarlo sin tapujos, enseñarlo y exhibirlo. Así, cuando accedemos al Theatro Circo encontramos a ambos lados del escenario dos pianos semiautomáticos. Dos obras de ingeniería con vida propia que convierte al piano de cola de Arnalds en un conjunto de pianos con vida propia dominados por un alquimista de las teclas.
Pero la magia pierde efecto si ya conocemos el truco así que continuamente hay que reinventarse y aunque el concierto de Arnalds estuvo centrado en su último trabajo, “re:member”, ha tenido a bien revisar piezas incluidas aquel debut, “Eulogy for Evolution”, que terminó con una gira conjunta con sus compatriotas Sigur Ros y de “…And The Have Escaped to the Weight of Darkness”, álbum que le señaló como prodigio bañadas por un luz especial que vestía cada uno de sus temas con un traje exclusivo, convirtiendo el concierto en toda una experiencia. Y es que ya sabemos que parte del truco es la interpretación.
Así el islandés nos guía por sus mundos, por sus viajes, nos habla de Indonesia donde el tráfico se detiene y la luz no existe pero dónde tocar el piano se convierte en la experiencia más liberadora mientras el “mundo civilizado” disfruta del Fin de Año. Y nos conmueve mientras sentado al piano nos presenta a su abuela, quien le inculcó su amor por la música clásica cuando el joven Olafúr destrozaba baterías como parte de una banda de metal. Y al final, en silencio, sin decir nada, con la tenue calidez de una luz que se apaga, el islandés abandona el escenario. La función ha llegado a su fin, es hora de volver a la realidad.
Olafúr Arnalds es un mago, sabemos que todo lo que sucede ante nosotros no es más que un enredo, un juego que con horas e interés podríamos incluso desenmarañar, pero no da igual. Preferimos viajar de la mano de sus melodías, recorrer los parajes melancólicos, en ocasiones tristes por lo que el islandés nos conduce, preferimos dejarnos acariciar por sonoridades hipnóticas, oscuras y seductoras. Así, al acabar el concierto nos ponemos en pie ovacionando a Arnalds y pidiendo que no llegue el fin ya que en esa burbuja de luz y música hemos sido realmente felices porque en estos días en los que vivimos, plagados de noticias, corrupción y putrefacción necesitamos héroes que nos salven de la mediocridad y sin duda el islandés es uno de ellos.