El pasado domingo 29 acudimos a la última jornada del Mundaka Festival que tiene lugar en la localidad costera del mismo nombre. El enclave en el cual se desarrolla el festival es sin duda un lujo para los sentidos. Un lugar único donde nos encontramos rodeados de acantilados y montañas en la pequeña y acogedora península de Santa Catalina donde la protagonista del recinto será la ermita que lleva el mismo nombre. La gastronomía sin duda uno de los pilares del festival y nos ofrece un completo programa de actividades gastronómicas con catas, talleres, show cookings… ¡Una auténtica gozada! Y por último, no nos olvidemos del principal motivo por el que acudimos: la música.
A eso de las 6 de la tarde, puntuales a la apertura de puertas, los primeros festivaleros empezamos a entrar al recinto para no perder detalle de todo lo que acontecerá esta tarde/noche. La bajada al escenario es un poco escarpada, llena de piedras y pequeños altibajos, vamos ni se os ocurra ir corriendo o acabaréis con los dientes partidos. Aunque si hay algo que queremos destacar de este festival, y que agradecemos infinitamente a la organización, es la tranquilidad, la calma, las cero prisas… ¿Pogos? Nah, aquí no. ¿Estar apretados como sardinas en lata? Tampoco. ¿Güiris borrachos que no te dejan disfrutar de tu artista favorito? Nada de nada, ni rastro. En resumen, una maravilla y si además vas a ver a uno de tus grupos favoritos pues mejor que mejor.
Para amenizar la espera entre concierto y concierto, Optigan1 nos presentó una selección de clásicos del indie, pop y rock en todas sus vertientes que nos tuvo más que entretenidos. Arrancan los conciertos en el escenario al ritmo de Confluence, grupo que podría venir perfectamente de Estados Unidos pero que en realidad llegan de Bilbao con unas claras raíces americanas donde destilan blues, jazz y pop por los cuatro costados en su directo. En sus canciones notamos la clara influencia de artistas a los que la banda rinde pleitesía: Bob Dylan, Bruce Springsteen, Johnny Cash… sin duda una manera relajada y deliciosa de empezar la jornada.
Los siguientes en subirse al escenario fueron Santero y Los Muchachos, los valencianos nos presentaron una propuesta tanto estética como musical más que interesante con canciones que nos recuerdan al pop de los 60 y al folk de siempre con letras muy trabajadas que hablan del destino, del amor, de los malos amigos o de la buena suerte.
Llega el turno de Atom Rhumba que para bien o para mal rompen con todo lo que hasta ese momento habíamos presenciado. Camisas de satén en unos casos y hawaiana en otros, salen al escenario y nosotros a partir de ese momento solo oímos ruido, mucho mucho pero que mucho ruido. Ruido que se nos metía en el cerebro y del que aún nos seguimos recuperando. Desconocemos de si el problema fue de los técnicos de sonido, de ellos mismos o de quien, pero desde nuestra zona era imposible entender nada. Lo que sí les oímos, y muy a nuestro pesar, fueron un cúmulo de cuñadísmos de mal gusto que «intentaban hacer gracia» dejando al público totalmente frío con sus palabras y causando más de un silencio incómodo.
Y por fin llegamos a las estrellas de la noche, la razón por la que habíamos viajado hasta esta localidad: Biffy Clyro. Acudimos a su última fecha festivalera antes del tour acústico que les llevará a girar por Europa el próximo otoño. Al ritmo de ‘Wolves of Winter’ arranca el concierto de estos tres escoceses y a lo largo del mismo no hacen más que reafirmar por qué son uno de los grupos más importantes de la actualidad con su apabullante directo. Durante su set hay tiempo para todo: desde guitarreo con ‘Golden Rule’ a su faceta más popera con ‘Re-arrange’ mezclado con clásicos que nunca faltan en sus conciertos como ‘Bubbles’ o ‘Mountains’. Echamos en falta uno de los clásicos de la banda ‘The Captain’ pero en su lugar pudimos escuchar algunos temas menos conocidos de la agrupación como ’57’, ‘9/15ths’ y ‘There’s no such thing as a Jaggy Snake’. La sorpresa de la noche llegó cuando interpretaron ‘Spanish Radio’ extraída de su anterior trabajo «Opposites». Siempre amables con sus seguidores, Jim Johnston (bajista) llegó a mencionar que les hacía muy felices reconocer entre el público a parte de la fanbase que hasta ahí se había desplazado. Y, aunque hubo momentos en los que la voz de Simon se notaba resentida -recordemos que llevan una gira incesable de concierto y que la noche anterior habían estado tocando en otro festival de la península- no fue a más y todo el público se encargó de corear las canciones al unísono ante la felicidad y agradecimiento de los integrantes del grupo. Un broche de oro en un entorno magnífico y en el que estaremos encantados de regresar en futuras ediciones si el destino lo permite.