por El sábado suele ser EL día del Cruïlla, el de más afluencia, el de los grandes nombres. Habiendo, no obstante, programado N.E.R.D., Prophets of Rage, Kygo, Jack White y Bunbury, entre otros, los días anteriores, tras la flor y nata solo quedaba el caviar. Caviar con solapamientos, por lo que tuvimos que sacrificar alguna que otra hueva.
Empezamos la tarde con los ritmos africanos de Fatoumata Diawara. La cantante original de Malí fue alabada no solo por su belleza física, sino por su versatilidad, simpatía y expresividad tanto vocal como facial. Fatoumata Diawara levantó los ánimos bajo el sol de la explanada del Time Out, haciendo bailar a familias enteras con sus ritmos africanos y sus letras con mensaje reivindicativo.
Aguardamos un rato en el Time Out del Festival Cruïlla para recibir al grande de Ramon Mirabet, que vino a consolidar la oportunidad que el Cruïlla le brindó años atrás en el mini-escenario Mediterràniament, después cediéndole hace un par de años el escenario mediano Radio 3 y consagrándolo este año en el Time Out. Más que agradecido, Ramon Mirabet se confirmó con su voz rasgada como el Rod Stewart conoce a Joe Cocker y a Sting nacional, con ese pop jazzero. Hizo corear a todos los asistentes no solo su famoso «Those Little Things», del famoso anuncio veraniego de la cerveza Estrella Damm, sino otros grandes temas de su breve pero intensa discografía, ante la sorpresa de los propios asistentes, que ante tal unísono algunos soltaron un «Òstia!». Ramon Mirabet es la voz, es el movimiento, es el atractivo (que sabe que tiene, con el que juega y que utiliza para jugar también con la ambigüedad sexual con sus compañeros) y, sobre todo, es el artista que se ha labrado el camino a base de trabajo, esfuerzo y alta calidad. El suyo es un espectáculo estudiado que deja lugar al derroche de sentimientos de alegría, complicidad y euforia que llegan y calan en el público. Por muchos años más, Ramon.
Entre conciertos, no queríamos perdernos a Núria Graham, programada en la Carpa Movistar. Error, craso error, Cruïlla. Núria Graham nos encanta, pero no pudimos soportar durante más de dos temas ese sonido sordo, embotellado de la Carpa Movistar, que dejaba sus temas a la altura del betún. Menos mal que Graham ha tenido otras grandes oportunidades festivaleras este año, como en el Primavera Sound.
Las lenguas con criterio dicen que nos perdimos un conciertazo, el de David Byrne, otra hueva de caviar desperdiciada, pero lo compensamos con Izal, que este año sustituye a Love of Lesbian en cuanto a presencia festivalera. ¿Quieres caldo? Pues toma mil tazas de Izal. Ante un público mayoritariamente joven y local, acudimos a la presentación de «Autoterapia» con las expectativas muy altas. Expectativas que fueron satisfechas con un bolaco de los madrileños, que poco a poco han ido haciéndose un lugar nada despreciable en el panorama musical. Nos faltó la profundidad interpretativa que desprende Pucho de Vetusta Morla, pero no pudimos resistirnos a los bailes a lo Samuel T. Herring de Mikel Izal ni a las coreografías grupales de Mikel, Alejandro, Emanuel, Alberto Pérez e Iván. Entre baile y baile, tuvo tiempo Mikel de recordar a una novia suya, Ane, que tuvo la santa paciencia de aguantarlo un año, y nos invitó a ir a las salas pequeñas, gracias a la oportunidad de las cuales Izal están donde están a día de hoy. Izal no defraudaron y demostraron que su último trabajo es tan sólido como todo lo anterior. Prueba de ello es la respuesta del público, totalmente entregado desde el minuto uno y el baño de masas que obtuvo Mikel al bajar al foso. Izal no defraudaron, pero tampoco innovaron: jugaron con los silencios, los juegos de palabras para presentar sus temas y el sentimentalismo emotivo de gratitud hacia el público.
Esperamos con ansia la próxima edición del Festival Cruïlla, festival con sorpresas, atención a los detalles (los abanicos y los papeles «busca-tu-pareja» son de agradecer) al lado del mar.
