Ayer jueves arrancó la 5ª edición del Vida Festival. Nuestro plan era ver a Jacobo Serra, pero los contratiempos laborales nos llevaron a poder observar, ya bien avanzada, la actuación del belga J. Bernardt con, cómo no, The Crab Apples en primera línea de la pista bailando sin parar, tal y como pasó el año pasado. Cosa que demuestra que la vida sigue (igual). Viendo su actuación, nunca hubieras dicho que J. Bernardt viene de Balthazar. Dicho esto, estaba claro que Jinte Deprez lo vive mucho sobre el escenario, aunque viva engañado – y no sería el primero de la noche -, pues no, no estás en Barcelona, sino en Vilanova.
Le siguió Calexico, cabezas de cartel del Vida Festival. Que sí, que el Vida Festival tiene cabezas de cartel poco esperables, pues es habitual. Y es que en el Vida Festival quizás lo más relevante no sea la música, que también, sino el ambiente festiv(aler)o en familia o con amigos sin estridencias. Calexico hizo no solo honor a su nombre (California y México estaban representados, hasta incluso en el acordeón rojo, verde y blanco), sino también a su globalidad tanto en su repertorio como en su plantel. Les acompañó un berlinés a los metales, otros americanos a la guitarra y el contrabajo (¡qué solo que se marcó el bajista Scott Colberg, ozú!), además de la española Amparo Sánchez, que le puso el toque bailongo a las cumbias, muy bien insertadas en los temas más «californianos». Y el que nos sorprendió en la actuación de Calexico, con sus ¡Vamoooooooooooos!, sus bailes y sus «cómo-vivo-lo-que-toco» fue ni más ni menos que Jairo Zavala, aka Depedro. El mismo (con sus patillas, claro) que con su «Bona nit, Vilanova», dejó claro que Joey Burns andaba también un poco desubicado.
Despedimos la noche con Curtis Harding, otro que venía por primera vez «a Barcelona». Su actuación fue de lo más correcta, con un soul limpio y efectivo, aunque un poco debilucho en cuanto a los instrumentos. No sabemos si es políticamente correcto decir que su soul en vivo queda un poco palidecido, un poco demasiado «blanco», dada la ausencia de metales y de un bajo que, además de marcarse líneas de base espectaculares, lo haga con un sonido más pleno, con más soul.
Nos marchamos antes de que los asistentes disfrutaran de otro de los cabezas de cartel, Los Planetas, no sin antes poder escuchar el emotivo recuerdo a Jordi Cuixart, presidente de Omnium y habitual del festival, y que por razones obvias (y que curiosamente se ilustraban ayer mismo simultáneamente en TV3 en el documental «20s«, ironías de la vida), no pudo personarse a la cita.
En este Vida Festival, ayer por la noche encontramos el mismo ambiente distendido, las mismas lucecitas amorosas, el mismo espacio natural donde los escenarios se fusionan de un modo de lo más natural… y el mismo caos con los autobuses de vuelta a la ciudad, con carteles ilegibles de fondo de colores primarios oscuros apenas visibles de noche con letras blancas de tamaño o grosor insuficiente, y nuevamente, paradas que aparecen en la ruta del cartel y que luego, al preguntar al conductor de turno, te dice que no, que por ahí no pasa, ante la estupefacción de los que aguardan. Ciertamente, un tema que ya llevamos años arrastrando y que debería solucionarse de una vez por todas.
Hoy, más.