En 2011, La Maravillosa Orquesta del Alcohol (con un fortuito acrónimo son La M.O.D.A.) lanzó el EP “No easy road”. Siete años, veinte canciones en un acertado cambio al castellano y un disco en directo después han vuelto con “Salvavida (de las balas perdidas)” (2017), con su salida oficial el 29 de septiembre y con una preventa que duró del 6 al 15 de septiembre. Yo, que cuando se trata de La M.O.D.A. no tengo control, no pude resistirme y me lo pedí tan rápido como pude en esa preventa y desde que me ha llegado le habré dado como 10 escuchas o más.
Admito que me cuesta mucho escribir esta reseña porque realmente les admiro y ellos lo saben, tuve la fortuna de mirarles a la cara y decírselo mientras se pasaban los discos para firmarlos. Todos esos recuerdos, la emoción de aquel día y del momento de escuchar por onceava vez el nuevo largo hacen que las palabras salgan atropelladas y aunque desde ya hago apología de la disculpa por creerme tan brava como para escribir sobre vosotros, os prometo que esto me sale del corazón y no he encontrado en la torpeza de mi admiración mejor forma de expresarlo.
Si ya conocías a La M.O.D.A. habrás notado que sin querer musicalizan a las personas, a lo cotidiano que se queda en lo profundo del mar de vivencias y pensamientos que somos. A veces cantan a seguir tu camino sin importar lo demás, otras a vivir la realidad porque sigue ahí y no puedes escapar, empatizan con tus temores y reviven tus amores y desamores. Crean desde lo que ellos son y sienten y en lo inesperado de sus letras radica su encanto.
Si hoy tuviera que confesar algo sería que estos burgaleses con un uniforme tan especial no son un grupo más, son terapia. Así que aquí te pongo en preaviso de las fases por las que vas a pasar con este disco o con todos si todavía no te has puesto al día con este septeto ya fundamental en todas las colecciones de discos.
Fase 1: Celebración. Ya tienes el CD en tus manos, lo posteas en tus redes y les etiquetas, lo abres como si fuera de cristal y ya con tus auriculares empieza…
Fase 2: Voy a poner atención. Al menos eso es lo que procuras, pero este CD es tan maduro y está tan trabajado que la primera vez no puedes atender a todos los estímulos que han sellado en 11 temas. Claro que como droga sana que son vuelves a darle al play una y otra vez y ahí está…
Fase 3: ¿Por qué? Y ahí te ves, eres el reflejo de muchas estrofas. Lo sabes, lo eres tú y muchas personas que conoces. Entonces empiezas a reflexionar y a preguntarte cómo han podido llegar a ese pensamiento que te reconcome; te sientes comprendido. Ahora sabes que no estás solo, así que empiezas a recuperarte, a tomar decisiones y a actuar sobre ellas.
Fase 4: Gracias. Una vez más lo han hecho y ya te estás visualizando coreando, saltando y animando en uno de sus próximos conciertos; sí, sí, mírate que sin darte cuenta ya estás practicando para ese directo por tu casa o en el coche. Quieres ir a esa sala a gritarles “¡Mirad lo que me habéis hecho!” porque la hipótesis ‘Hay canciones que pueden curar a los heridos’ se cumple.
En este salvavidas flotan 11 composiciones a cuál mejor; el alma transformada en letras, cambios de ritmo que son todo motivación, puentes que te intrigan, evocaciones francesas, italianas y tan melancólicas como el fado portugués. Con una notable carga cultural el disco está rebosante de referencias y homenajes, además de haberle puesto música a poemas que aparecen en ‘Nubes negras’, el poemario que David Ruiz publicó en 2016.
En general, el LP es una fórmula con una composición instrumental realmente fuerte que sumada a esa lija desgarradora que es la voz de David, sus letras y a unos potentes y novedosos coros, dan como resultado un trabajo cuidado por todos y cada uno de ellos; sensato, lejos de palabras fáciles y con esa amabilidad de quién sabe decirte lo que piensa para que reacciones, pero sin ser ofensivo. La dedicatoria del disco es para “Todos los que están buscándose a sí mismos” y efectivamente, la mayoría de temas están dirigidos a esas personas que pasan a diario por nuestro lado y que se preguntan qué hacen en este mar y porqué se empeñan en atenuarles la luz que desprenden; así se desgrana en ‘O naufragar’, mi favorita -aplauso para Joselito con ese acordeón- y aunque esos semejantes se sienten con inseguridades y miedo a la alegría como rezan ‘La inmensidad’, y ‘Mil demonios’ (con una fantástica música que gracias a la tuba me recuerda inevitablemente a ese grupo francés que es Babylon Circus), tienen el valor de seguir dando ruido a pesar de que la mayoría de las veces no se sientan escuchados; son ‘Los héroes del sábado’, esas personas que recuerdan sus raíces para mantenerse con los pies en la tierra, un tema que nos avisa de que las futuras generaciones vivirán otras experiencias que ahora desconocemos.
‘Himno nacional’ es todo un golpe reivindicativo en la mesa representando a esas personas sin ideología, que no quieren condicionarse por el odio creado por medios y personas externas y, si hablamos de reivindicar,‘Campo amarillo’ es el grito de la olvidada vida rural que cada vez se siente más despoblada por falta de oportunidades y que en consecuencia lleva a un malestar de sus habitantes que se ven forzados a irse sin querer hacerlo.
Otra genialidad –mejorando lo presente- es la preciosidad de ‘Los locos son ellos’. En ella colaboran los raperos burgaleses Víctor Rutty y Rober del Pyro, dando un giro sorprendente a un tema que en su primera estrofa homenajea al ‘Romance del prisionero’. ¿Quiénes son tan valientes de hacer lo que realmente quieren hacer? Esta maravillosa orquesta, por supuesto -recordemos que ya tienen experiencia en el mundo del rap junto a Juancho Marqués en ‘Nos vamos a comer el mundo’-. Es característico de las letras de David el contradecirse, si en este último tema trata de destacar el papel de esas personas a las que los “normales” llaman “diferentes”; ‘Vals de muchos’ nos pinta como a un ejército sin ver a dónde realmente queremos llegar individualmente porque así está establecido. Importante destacar en ambos temas el dominio de Alvar de Pablo al clarinete y la exquisitez de mandolina que el nuevo miembro, Nacho Mur, ofrece; nos apuntamos bien tu nombre.
Si algo me gusta de la música –y el arte en general- es ese libre albedrío de interpretar lo que sientes al oír una canción. Eso me pasa con ‘Una canción para no decir te quiero’ que a mi juicio expresa la dificultad de amarse en estos días, sobre todo para las nuevas generaciones que estamos en constante movimiento y llenos de cargas, con angustia a comprometerse. El cierre del disco se da con ‘La vieja banda’, compuesta entre David y Escandar Algeet, poeta palentino. Este tema es una de las tantas demostraciones de que puedes darle connotaciones alegres a un mensaje que no lo es tanto, un recurso que La M.O.D.A. usa constantemente y que les funciona de verdad, pues solo ellos pueden conseguir calarte sin necesidad de que les escuches mirando a través del cristal mientras llueve y te comes medio kilo de helado.
Sin duda, lo que más se matiza en este disco es la alegoría que se da del mar; un lugar que se considera libre, limpio y sin barreras y en muchos temas se toca como que, aunque nos han hecho creer que somos mar -o más bien ‘Océano’-, la realidad queda bien lejos de eso y que somos nosotros mismos los que debemos saber elegir entre si nadar, flotar o naufragar. Salvavida (de las balas perdidas) es eso, anónimos sin rumbo que se buscan a sí mismos; un disco que es igual a tocar la fibra, a apostarte que vas a recordar cada lágrima derramada porque sabrás que son lágrimas de comprender que incluso cuando la vida te tumba, siempre habrá alguien que se tumbe contigo. Supongo que os habréis quedado tranquilos con este trabajo, ¿no?
Voy a tomarme la libertad de sacar mis asuntos personales con estos chicos. Me siento en la obligación de darle voz a la voz que da sentido a mi vida, a la música que me levantó, a las letras que ahora son mis mejores soportes. Cuando les escucho me gusta preguntarme si a Joselito Maravillas se le habrá ocurrido por fin ir a algún lugar sagrado a que le bendigan su talento, si Caleb tiene asegurada su energía, si Jacobo seguirá siendo todo actitud en los directos, si Jorge le continuará dando al bajo (ese gran olvidado) el respeto que se merece, si Alvar dará siempre esa resistencia en bailes, coro y pulmones, si David será siempre tan David y a Nacho deseando estoy de verle en directo porque sin duda está cumpliendo con desenvoltura y delicadeza el legado de Adán. Son siete personas a las que les debo mucho más de lo que alguien pueda pensar al leer mis palabras, personas que sin saberlo han endulzado mi vida y yo no encontré mejor forma de agradecérselo que endulzando la suya con chocolate suizo.
La Maravillosa Orquesta del Alcohol es como enamorarse, pero con la seguridad de que no saldrás herida.
Gracias por salvar mi felicidad.