Eran las 21:00h y mis compañeros de curro me dejaron salir temprano para no perderme esta cita. Roosevelt comenzaría a petarlo a las 21:30h. Me subí en uno de esos smart eléctricos de alquiler para ir a toda pastilla y poder aparcar, si puede ser, en el propio escenario de la Moby Dick. Finalmente no pude, pero aparqué en la misma puerta mientras pitaba a mis amigos que esperaban en la cola para hacerme el más cool del lugar.
Una vez dentro me sorprendió la tremenda reforma realizada en la sala, cambiando su barra lateral por una central para evitar atascos en la barra y desplazando los baños a un punto más central de la sala haciéndonos olvidar la de codazos que teníamos que dar a los de las primeras filas si queríamos entrar en los antiguos lavabos. Tras localizar lo importante de la sala me pedí mi primera cerveza mientras se escuchaba «Intro«, una canción que daba la bienvenida a una sala repleta que deseaba escuchar lo último de Marius Lauber, su nombre real.
La nueva promesa del sello Greco-Roman se ha hecho famoso por hacer remixes a bandas como Kakkmaddafakka o Glass Animals y también por ayudar a grandes bandas como Hot Chip o Crystal Fighters en su gira. En sus pocos ratos libres hizo de DJ en grandes salas como Fabric, Panorama Bar o la londinense Boiler Room. Tal trayectoria musical ha logrado que su estilo personal madure y todo lo que ha aprendido se vea plasmado en cada canción de su disco, proporcionándonos una mezcla perfecta entre sonidos synthpop con toques de indietrónica y house.
Era tal la armonía electrónica que se respiraba en el ambiente que logró seducir los oídos de todos los presentes, desde los que tenían ganas de liberar energía en la primera fila hasta los que se apoyaban con su tercio en un lateral del garito, todos al unisono moviendo la cabeza al ritmo del productor alemán.
Sólo me sabía el nombre de una canción del disco, la famosa «Fever». Cuando empezó a sonar consiguió que todos hiciéramos miradas cómplices mientras nuestras mentes pensaban «este tío va a reventar festivales». Mi desconocimiento de la nomenclatura del resto de canciones logró que preguntara a Siri, en más de una ocasión, «¿que está sonando?». Tras darme cuenta de que no paraba de sacar el móvil, y que Siri se estaba cansando, decidí olvidarme del setlist y disfrutar de este maravilloso concierto que nos estaba brindando la promesa alemana.
Finalmente hizo uno de los bis más entretenidos de los últimos conciertos que he vivido. Todos unidos bailamos esas últimas notas musicales que sabíamos que, muy pronto, íbamos a volver a escuchar en algún festival del país.