(Es posible que este artículo contenga algún spoiler, sobre la vida millennial en general y sobre Girls en particular)
Abril de 2012. La vida transcurría con total normalidad, me encontraba sumergida en montañas de apuntes de Periodismo (vale, a lo mejor montañas, lo que se dicen montañas, no eran…). Una de mis series favoritas, Gossip Girl, iba a terminar ese mismo año y aún no había encontrado una sustituta digna. De repente, un día de primavera, en la cafetería de la universidad, mi amiga Marta dijo: “¿Habéis visto Girls, la nueva serie de la HBO?”. Y ahí comenzó la magia…
La serie gira en torno a la vida de cuatro chicas: Hannah Horvath, Shoshanna Saphiro, Marnie Michaels y Jessa Johansson. Comienza con dos acontecimientos que marcan la vida de la protagonista Hannah (interpretada por la propia Lena Dunham, creadora de la serie), por un lado sus padres dejan de apoyarle económicamente y, por otro, Jessa, su mejor amiga, vuelve a su vida. En torno a todo ello se van desarrollando otra serie de pequeñas historias que dotan de originalidad y sentido a esta ficción.
La historia a veces recuerda a Sex and The City y otras a Gossip Girl. Eso sí, Serena Van der Woodsen y compañía pertenecían a la élite de la gran manzana. Contaban sus aventuras bebiendo champán, yendo al colegio en limusina y vistiendo ropa de Vivienne Westwood. Sin embargo, Girls es totalmente diferente. Sus historias son casi reales (la autora ha reconocido que en hay un cierto carácter autobiográfico), tiene personajes con los que conectas y una banda sonora de las que conquistan el corazón.
Desde un primer momento, tanto la propia serie, como su creadora tuvieron que soportar el peso de una etiqueta enorme: ser “la voz de una generación”. Algo inevitable. Los protagonistas tenían los mismos problemas que cualquier ser humano, que cualquier millennial. Trabajo, futuro, amistad, dinero, amor… Sí, puede que sean los mismos temas que se tratan en cualquier otra serie excepto el trabajo en Gossip Girl, pero la forma que tuvo Dunham de enfocarlos hizo que el flechazo fuese casi instantáneo.
Hay un par de capítulos que a mí, particularmente, me han «llegado a la patata», ambos de la última temporada. El primero es el que se centra en la vida de Shosh en Japón: cómo se ha adaptado a la cultura, cómo ha cambiado su estilo, ese maravilloso apartamento. La emigración, al fin y al cabo, algo muy de ahora. El segundo, cuando Marnie se encuentra con Charlie, su ex. Ese encuentro fortuito que tarda en llegar, después de una dolorosa ruptura y ante el que no sabes qué hacer: salir corriendo o ser todo lo falsamente educado que puedas ser. ¿Os suena? Son problemas/situaciones a los que todos nos hemos enfrentado.
Es cierto que a veces las escenas pecan de exageradas, es cierto, también, que en ocasiones Hannah podría usar algo más de ropa, es cierto que en la primera temporada sale poca gente de color, es cierto que las drogas aparecen con demasiada frecuencia. Pero Girls, más allá de las críticas que ha tenido que soportar (todas las anteriores han sido hechas por críticos expertos en la materia), juega una baza importante: el mundo moderno actual. El mundo de los millennials.
Se han dicho muchas cosas acerca de esta generación, desde que el sexo no les preocupa lo más mínimo, hasta que no les gusta comprometerse con nada en la vida. Sin embargo, los millennials tiene algo que otras no han tenido: una gran crisis que ha marcado su forma de ver la vida. La Generación Z, como también se les conoce, ha tenido que inventar una nueva manera de vivir, de crear, de emprender, incluso de buscar empleo. De ahí salen artistas como Lena Dunham, capaces de contar sus propias historias, a veces cargadas de ironía, para servir de espejo y referente a otras personas.
De momento, aunque el final de Girls no llegue hasta 2017, toca hacer balance. Calibrar lo que nos han aportado estas cuatro jóvenes neoyorkinas y preguntarnos si el final estará a la altura. Pero sobre todo, nos toca la difícil misión de encontrar una sustituta digna. Una nueva serie que sea capaz de volver a contar historias con las que cualquier millennial de a pie se pueda sentir identificado.