abril 28, 2024

¿Cine indie made in Spain? Es posible

Requisitos para ser una personal normal, ópera prima de la actriz Leticia Dolera, fue una de las triunfadoras del pasado Festival de Málaga y está encandilando al público a fuerza de optimismo e inocencia en tiempos convulsos. Una bocanada de aire fresco; cine indie made in Spain. 
rpspn2La que fuera la rubia de «Al salir de clase» ha demostrado tener madera de realizadora y guionista en esto del cine indie, porque nada más comenzar la película, la frescura y el tono Sundance comienzan a emanar de la pantalla. La fotografía y el uso de un cromatismo variopinto y pastel, la utilización de planos fijos que ilustran la voz en off de la protagonista y la inclusión de elementos infográficos, como la lista de requisitos para ser una persona normal, son algunos de los rasgos que demuestran que el cine hipster ha aterrizado en España. Era bastante difícil imaginar que una película enmarcada en el estilo de Juno, Little Miss Sunshine o Moonrise Kingdom pudiera haberse parido en tierras más abajo de los Pirineos hasta que Dolera se ha marcado un Juan Palomo y ha escrito, dirigido y protagonizado este caramelo color salmón.

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En el filme, una treintañera bastante peculiar llamada Maria de las Montañas, se encuentra en un momento complicado de su vida, y tras una entrevista de trabajo bastante desastrosa, elabora una lista de cosas que la vida debería haberle dado para entonces y que la convertirían a la tan ansiada normalidad. La película, que recibió los galardones de Mejor Guionista Novel, Mejor Fotografía y Mejor Montaje en la 18 Edición del Festival de Málaga, ve reconocidos aquellos elementos que hacen que de ella algo diferente.

Los diálogos, avalados sobre todo por la muy buena interpretación de Manuel Burque (Borja), respiran una naturalidad y un espíritu naif que infectan de color de rosa el pesimismo que trae la incertidumbre en la vida, el miedo a no encajar cuando se supone que cada pieza del puzzle tiene que estar colocada en su sitio de la forma adecuada. La historia, sencilla, y, al fin y al cabo, un relato de chico conoce a chica, se enaltece gracias a la cercanía que nos ofrece su guión y al uso de un humor tierno y en ocasiones paródico que nos traslada al mundo de esos personajes con los que, aunque raritos de cojones, resulta muy fácil identificarse. La tristeza optimista con la que los protagonistas hacen frente a las adversidades inspira al espectador, que sale del cine con una perspectiva más simple y resolutiva de las cosas. Un chute de vie en rose en el sentido contemporáneo del concepto.

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Y es que el tema del rose tiene mucho que ver. La película cuenta con una gran ayuda técnica que refuerza la idea y el espíritu del guión. El colorido variopinto contribuye a nuestro buen humor, al optimismo, y de la misma forma lo hacen el diseño artístico y de vestuario (con esos estampados geométricos) y la dirección. La composición de planos perfectamente simétricos y lineales denota la influencia del cine de Wes Anderson (Moonrise Kingdom, El Gran Hotel Budapest) en la realizadora novel, que nos trasmite de esta forma, junto con el resto de detalles, la existencia de un orden subyacente tranquilizador que prevalece al caos que reina en una vida «no normal».

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De esta forma, bañada en azúcar glasé multicolor, Dolera nos cuenta una historia muchas veces contada que plasma sentimientos comunes por todos sabidos. Sin embargo, la transmite con una sensibilidad especial, con ese factor X que caracteriza al cine indie. La ingerimos a través de los ojos de dos personas que abrazan lo diferente con alegría y que nos recuerdan que todos y cada uno de nosotros tenemos asignado un lugar en el mundo. Su película sabe dulce, y reconforta el estómago.

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