Sábado:
Arrancamos el último día oficial de Primavera Sound con energía. La poca que nos quedaba.
Yo tenía que entregar el domingo una cosilla del trabajo y no pude hacerlo antes de irme de festival. Los plazos y yo no nos llevamos muy bien. Solo hay que fijarse en el hecho de que estoy publicando todo esto dos semanas después. La cosa es que llevaba desde el martes durmiendo 3-4 horas de media. El apaño de los kebabs me estaba ayudando, eso sí.
Mi chica tenía una acidez atroz. Se despertaba todas las noches para tomar sal de frutas. En cuatro días se metió al cuerpo un bote entero. Yo le insistía en que dejara ese ritmo de comer porquería. Ella le quitaba hierro al asunto alegando que solo iban a ser unos días y que el lunes empezábamos de cero. En el fondo yo sabía que lo decía porque quería seguir comiéndose otro kebab más. Nuestro colega Sisardo, el anfitrión que nos acogió en Barcelona, estaba hecho mierda porque dormía en el sofá y era poco más cómodo que dormir sobre un palet.
Esa mañana tuve que recurrir a dos refrescos Monster para aguantar el ritmo. Un litro de mierda mataembarazadas. Todo a trago. ¿Quién dijo miedo?
Llegamos al Fórum justo para The Ghost of a Saber Tooth Tiger. Siempre había sido muy fan de Sean Lennon, pero con su banda no estaba tan familiarizado. Sonido más crudo, psicodelia con algo de folk. En resumen, un concierto con el que los fumetas lo pasarían pipa.
Un directo que sirvió para confirmar lo bueno que es el zagal de John Lennon. Un artista con universo propio, que no ha necesitado tirar del apellido del padre para hacer cosas resultonas. Directazo, mami.
Nos tocó correr para pillar buena zona con Mac Demarco. Un chaval al que me aficioné allá por el 2012, año en el que publicó sus dos primeros discos. Pude disfrutar de él en la edición de 2013 y ahora que traía su «Salad Days» bajo el brazo era obligatorio verle. Consiguió llenar el escenario Heineken hasta la bandera.
Dio un buen repaso a su discografía y hubo mucha guasa y coña marinera. Como momentos destacados tenemos las caricas que ponía Pierce, el bajista, cuando las cámaras se le acercaban, su gloriosa interpretación de «Yellow» de Coldplay o el largo que se marcó Mac desde el escenario hasta la torre de sonido sobre el público justo antes de rematar su canción típica de cierre: Together.
Justo después nos acercamos a ver a Foxygen. Un grupo demasiado excesivo, tontiglam. Me hicieron desconectar enseguida. Un amigo que estaba por ahí me enseñó un vídeo en su móvil en el que una mujer con la pierna amputada, metía su muñón por la retaguardia de un hombre. Mi cara de asco fue minina. La mala suerte vino a mí, ya que al levantar la cabeza me encontré a Lucio comiéndose el morro con un hipster blancucho. Me pilló de lleno con esa cara como de estar oliendo mierda y se me acercó todo digno y enfadado llamándome homófobo de pacotilla (¿quién sigue usando la expresión «de pacotilla«?). Yo intenté explicarle que no era homófobo y que mi cara se debía a un vídeo sobre el muñón de una chica y el ano de un fulano. La verdad es que lo empeoré.
Mi chica se unió en ese mismo momento a la conversación. Justo a tiempo para escuchar cómo Lucio me cortaba el grifo de los kebabs. A ella le hicieron los ojos chiribitas. Preguntó por qué con el corazón en la mano y Lucio le explicó su versión. Ella, como era lógico, se puso de parte de él, porque es una cabrona «tragakebabs«.
Yo me exalté, le dije que le follaran y me fui. Amigos, pensaos dos veces lo de decirle esa frase a vuestra novia estando en el último día de festival. La pelea fue tal, que le dije que se buscara otro sitio para pasar la noche, ya que Sisardo era mi amigo y allí no entraba esa noche.
Al saber que no tenía kebab mágico tuve que ir a pillar otro Monster para seguir con la comparsa.
Era la hora de ver a Uknown Mortal Orchestra. Un grupo al que desconocía hasta dos días antes. Una banda con tintes soul, funky y psicodélicos. Los arreglos de guitarra sonaban incluso un poco barrocos. Dejaron el escenario Adidas completamente abarrotado. Estoy seguro de que llamarán mucho la atención en los meses venideros.
Poco antes de acabar me piré corriendo al escenario Primavera. Allí me esperaba Sisardo para ver a Strokes. Escogimos la opción de ponernos algo lejos y no pasarlo mal. Antes me dio tiempo a ver a Interpol excederse con su tiempo para brindar a su gente una serie de temazos para cerrar.
Vamos con los Strokes. No voy a mentir. A mí me gustaron. Me gustaron mucho, además. Estuvieron sosos, pero es que siempre lo han sido. Empezaron tarde, acabaron pronto y parecían estar perdonándonos la vida a los asistentes. «Son las putas estrellitas, pero eso es lo que nos gusta», llegué a oír.
El repertorio fue abrumador, ya que tienen éxitos para aburrir. La gente lo bailó y lo gozó. Lo que dijeran luego ya es otra historia. A mí me sirvió para evadirme de la idea de que no iba a catar otro kebab esa noche. Aproveché para mandarle un mensaje de voz de whatsapp muy escueto a mi chica: zorra.
A las dos semanas escuché la grabación del concierto que se subió a Youtube y lloré de vergüenza por cómo cantaba el amigo Casablancas. No nos enteramos en el directo por la mierda de sonido del escenario Primavera Sound. Las cosas como son.
Tiré de Red Bull y salí pitando para el ATP. Llevaba días dándole porsaco a mi colega Sisardo con que tenía que ver a Thee Oh Sees. Él es un hardcoreta al que casi todo le parecía suavesito.
Los de San Francisco le dieron lo que quería. Un conciertaco a pijo sacao. John Dwyer, jefe de la banda, se cargó a Brigit Dawson, teclista y cantane, e incorporó a dos nuevos baterías para la formación de directo. Fue una mezcla de rock esquizofrénico, garage, punk, psicodelia y mucha mala baba, musicalmente hablando.
La gente se vino arriba y Sisardo y a mí se nos hacía la boca agua de pensar en el conciertazo que podrían dar en una sala como Apolo. Al final la gente ya estaba en volando. Uno de los que estaban flotando entre el público era Mac Demarco, al que saludó el propio Dwyer. Justo al acabar el concierto me lo crucé y nos hicimos la foto de rigor.
Al salir me pillé el Lacuna, primer y único disco de Childhood. El tipo del puesto me devolvió 10 euros de más y yo me callé como una puta. Si piensas en que soy mala persona, piensa ahora en las cervezas de 33cl a 5€.
De camino a casa me llegó la respuesta de mi chica por whatsapp. Era una foto de ella comiéndose un kebab mágico. Menos mal que no era una polla. Terminé durmiendo abrazado a Sisardo. Su espalda me lo agradeció, ya que se libró de dormir una noche más en el sofá.
Domingo:
«La pocha que trasnocha«. Esa es la mejor definición que se me viene a la cabeza sobre el concierto de Thee Oh Sees en Apolo. Desenfreno, despelote, bailoteo, jarana, juventud loca, canela en rama, en bote y sobre arroz con leche. Fue muy parecido al del día anterior, pero todos volamos y sudamos a coro en ese espacio tan reducido.
A mitad de concierto se me acerca Sisardo con la oreja sangrando. Alguien le arrancó la dilatación de una patada. Le dije de ir a urgencias con la boquica pequeña, porque quería ver el concierto entero y, gracias a Dios, él dijo de ir después de Fucked Up, el último grupo de la velada.
Cuando acabaron Thee Oh Sees me hinqué otro Red Bull para aguantar, porque ese día dormí finalmente 2 horas para poder entregar lo del trabajo. A los 10 minutos empecé a ver todo borroso y no recuerdo más. Esta es una foto mía tomada entre el concierto y el chungo que me dió.
Recuerdo estar sentado en el bordillo mientras un pelirrojo me tiraba agua a la cara. Mi primera reacción fue ir a darle una hostia, pero luego vi que estaba con Sisardo e intentaba despertarme. Sisardo tenía la oreja hecha unos zorros. Yo sentía una presión enorme en el pecho y les dije que llamaran a una ambulancia. Me dijeron que era más rápido ir andando al centro de salud, que estaba a dos manzanas.
Ya había andado suficiente en el recinto del Primavera Sound, así que hice como que me mareaba. Llamaron, llegaron, me dieron alguna bofetadica innecesaria para hacerme despertar y me llevaron al centro de salud.
Una vez allí me tomaron la tensión, me preguntaron si había tomado drogas y me dejaron en una camilla. Se habían llevado a Sisardo para coserle la oreja.
En ese momento apareció mi chica. Yo me emocioné pensando que había venido a verme al enterarse de mi bajón de tensión. Cuando llevabamos un rato hablando y ella parecía muy afectada, me di cuenta de que llevaba una vía en el brazo. Le eché en cara que se hiciera la preocupada cuando en realidad estaba ingresada allí también. Resulta que había ido porque había vomitado sangre. Le dijeron que era posible que tuviera una úlcera estomacal y que tenía que hacerse pruebas nada más llegar a Murcia. «Eso por cebarte a kebabs. Que te jodan«. Esas fueron las bonitas palabras que le dediqué antes de que me llamaran de nuevo. Me dijeron que había sufrido una crisis nerviosa y que me dejara de Cafeína y demás emociones fuertes.
Al salir me esperaba ella. Nos dimos la mano y nos fuimos. Hicimos las paces de camino a casa de Sisardo, al que, con tanto jaleo, nos habíamos olvidado en urgencias. Esto ha sido todo. Dentro de un año, más Primavera Sound.
Un besi.