Como llave y su cerradura, banda y Stanich.
El tipo que anda mas allá de los bordes, también conocido como Ángel Stanich, se acompaña de tres hombres que se pegan a su fina silueta para abrir las puertas de las canciones hacia las sendas del roll, mientras, fuera, sopla el viento y levanta el polvo en otro pueblo cualquiera.
Puede parecer que, por su imagen, se esconda tras esos pelos y esa barba, pero no, el tipo llama a duelo al público con tablas, a tranquilidad descubierta. No hay altanería de cowboy, sino conocimiento de indio apostado en «El Cruce». La sala «Saramago» acoge conciertos de rock sin ser el lugar indicado (es un buen salón de actos). Es lo que tiene tener una alcaldía insana del PP que lapida todo acto de blues, teatro y otros alimentos para el alma.
Sin miedo a la calma del lugar, pudimos disfrutar del cabalgar de las canciones, como en una demostración de doma clásica rock&roll por si alguien lo dudaba. Todos los tiros agujereaban la moneda, ni una bala perdida en el show. Stanich en perfecta sintonía con la gente, nos fue poniendo de pie, «con uno que se levante…» Queríamos verlos y respondieron, el público también.
Hablan por ahí de referencias, ¿a qué suena? Para mí suena a muchas cosas buenas, me quedo con los mejores Buenas Noches Rose, sin tanto himno, más sujetos al camino.
«La noche que el coyote pille al correcaminos habrá que ser revólver, dejar de hacer el indio» hay versos que hacen borrón y cuenta nueva.
El cartel que anuncia esta gira se le ve a él en su flaca estampa subiendo a una montaña, hoy se que no va solo. Estoy seguro de que el cartel de la siguiente se le verá ya en la cima, con los mismos tres hombres detrás, con caras de póker, mascando tabaco y sin fallar un solo tiro.