Todos a la caza de la ballena gorda, la que espera desafiante a que le clavemos nuestros arpones. Si dejamos que el elixir de cebada nos torne metafísicos antes de hora, nos pasa como a Platón la noche que durmió en la caverna: descubrimos que la sombra de esa bestia marina color púrpura dibujada en la pared es en verdad la proyección de cuatro nerds haciendo música a las puertas del infierno.
Así se definen Mourn, el grupo catalán formado por Jazz y Carla, ambas voz y guitarra, y Leia (bajo) y Antonio (batería). La sala Moby Dick de Madrid llena hasta la borda. El motivo: los conciertos de Mourn y Madee. Una noche de contrastes. Mourn es inquietud, velocidad, novedad, espontaneidad y juventud. Madee es experiencia, madurez, solidez y melancolía. Y ya se sabe que la mezcla de contrastes enguarrece y enriquece; y más cuando acabas comiendo con las manos.
Los componentes de Mourn no superan los veinte años ninguno. Pero cuidado, esa es su mejor arma. Caerás en error si te atreves a juzgarles por ello, a darles un trato de favor, a enternecerte. Estos chicos son verdaderas bestias, ya lo decíamos. Punk y rock de guitarras, mucho ruido y oscuridad. Su corta edad solo los engrandece.
El pasado año publicaron su primer LP: «Mourn«, del que nos hicieron una buena muestra con temas como Marshall, You don’t know me, Misery Factory o la hater Jack. Letras de odio, de chicos que les caen mal y a los que también les caen mal ellas… y que ahora les caerán peor. Otros temas que versan sobre las anginas y la Otitis. Y las que hablan de artistas como Dalí y el surrealismo (presentando su primera canción en catalán) o Philliphius, su artista favorito (e inventado).
Llevan un poco el rollo riot de las rockeras de los 90, recuerdan en algo a Les sueques, el otro cuarteto catalán compuesto igualmente por tres chicas y un chico, batería también. Solo que en este caso hay mucha más velocidad y más ruido de guitarra, más de grunge y rock de garaje. Parece que eso del «tonti-pop», término acuñado por Blanca Lamar, vocalista de Les sueques, ya no mola. Si es que alguna vez lo hizo.
Canciones como Your brain is made of candy (de alguien con un cerebro de chuches) o Squirrel (que contaron va sobre una ardilla que está en la mente de alguien) nos hacen relajarnos: ah, que no todo tiene que tener un porqué en esta vida, que también podemos pasárnoslo bien porque sí y no pensar en nada. Gracias.
En resumen, un concierto de notable alto, sobre todo en la última canción, en la cual se despidieron de nosotros con un «en serio, sois muy majos». Y esas palabras nos caen como una bendición, porque no quisiéramos caerles mal a estos chicos y acabar siendo un Jack o un Marshall de la vida.
Ah, y un saludo a Wilfred, el chico que les da «fav» a todas sus publicaciones y que las pone nerviosas desde la primera fila.
Mourn baja del escenario advirtiéndonos de que el grupo que viene ahora son muy buenos: «el finde pasado hicieron un bolazo en Sevilla que… bueno… vais a flipar«. Y así Madee pasa a convertirse en telonero, algo que en palabras del propio Ramón Rodríguez debería haber sido así desde el principio.
Con Ramón al frente, Madee empieza a hacer su música. Rock melancólico, de melodías desgarradoras y letras hirientes; este concierto es un regalo para los fans, que ansiaban verles de nuevo reunidos (el grupo se disolvió en 2011).
Es palpable la solidez y la trayectoria de este sexteto. Pero también la amistad y la vocación, ya que al fin y al cabo su carrera como Madee no abarca más que unos pocos años (el último disco editado pertenece a 2007).
Son un grupo de amigos que se juntaron un día para hacer rock y que alguien los escuchara (sin menospreciar el buen gusto de sus vecinos). Y esto se nota en la complicidad y el buen rollo sobre el escenario. Ni un gesto en falso, son el equilibrio perfecto de la profesionalidad y el dominio técnico y también del dolor y la emoción. Salvo un problema que hubo en el que una de las guitarras no estaba conectada al monitor y a partir del cual descubrimos que Lluís (batería y productor de Mourn) hace unos muy buenos canelones, el resto del concierto fluyó a través de los temas más representativos de su discografía. Antes del bis Ramón preguntó qué canciones, de las que faltaban, queríamos que cantaran. Se oyeron varios títulos, pero solo me quedé con A Ghost, del tipo que gritaba a mi lado. No voy a mentiros y a enumerar los temas favoritos del público porque seguro que la cagaría y, repito: NO quiero problemas con Mourn.
Como decía, el concierto de Madee fue el homenaje que hacían a sus fans. Y el pleno de la sala Moby Dick no hizo sino reafirmar la melancolía por un grupo de gran talento y autenticidad que se disolvió demasiado pronto para el gusto de muchos y que nos dejó con ganas de más después de los dos únicos temas que nos regalaron en 2014 (Age of Ruin y Longitude Loves Latitude), después de siete años en barbecho.
El próximo 8 de febrero Madee y Mourn estarán en la Sala Apolo (Barcelona), poniéndose finos.
Fotos by: Hugo Nakamura.