Un año después de provocarnos un microinfarto al anunciar su despedida indefinida de los escenarios teníamos el esperado reencuentro con Ramón Rodríguez. Pero antes de verlo subirse al escenario, Javi Sáez estuvo presentando en dúo acústico las canciones que formarán parte de su primer trabajo. Buena pinta tiene lo que pudimos escuchar anoche en la sala Wah Wah, así que habrá que estar atentos.
Pero ayer era una noche de reencuentros. Y por eso contábamos los minutos hasta que al fin escuchamos: «Buenas noches. Me llamo Ramón y voy a tocar unas canciones».
Una presentación innecesaria en una sala Wah Wah repleta de fieles. Desde el primer minuto la noche prometía, especialmente, por el esfuerzo de Ramón Rodríguez de estar cerca del público, de ver sus caras. Por eso no dudó en pedir que le quitaran «el rayo láser» de la cara, uno de los focos de colores que no le dejaba ver más que «nebulosas de colorines». Así, tras el primer monólogo de la noche y las primeras risas, desaparece el rayo láser y Ramón inaugura la noche con «El refugio de Superman».
Apuesta fuerte desde el inicio y sigue con hits como «La Siesta», «de cuando hacía pop y las canciones que os gustan a todos». Así decide continuar con una de sus versiones más conocidas, como es «Te debo un baile» de Nueva Vulcano. Y no le importa reconocer que muchos aún piensan que es una canción suya, aunque, asegura que va a tocarla como si no hubiera mañana. Y vamos si lo hizo.
La noche sigue y, tras ese inicio más complaciente con el público, empieza a tocar las canciones que más le gustan a él. Comienza por «El fin del imperio» asegurando que la ha tocado poco porque a la gente no le gusta. Pero nosotros no oímos quejas, sólo una sala atenta a cada palabra que sale de su boca. Y sigue con la canción que abría «Libre asociación», «Lo Bello y Lo bestia», «un disco que no le gustaba a la gente, pero ahora sí. Iba tres años por delante». Más risas. Y continúa con una versión de la canción pausada, íntima, casi entre susurros ahogando el grito de «y voy a reventar».
Vuelve a cambiar de disco, para contarnos cómo se le ocurrió escribir «Galatea»: «tras ver el piñazo en un informativo del anterior rey, ex-rey… ¿Cómo se dice ahora? Bueno, pues se me ocurrió este mito del rey que se quiere tirar a una piedra». Tras ella, asegura que sólo queda una infernal y vuelve a los hits. Pero repito, todos estamos disfrutando de la noche como niños, ni una queja. Llegados a este punto, empieza la Raemonpedia, o su encomiable empeño en explicar las referencias a películas y directores. Y es que llegaba el turno de «La ofensa», también una película de Sidney Lumet.
Y vuelve a cambiar de tercio, con un «hit cañero, de los que cuando estás grabando nos creemos Metallica y nos venimos arriba”. Es Marathon Man, y sin poder evitar más referencias cinematográficas «una peli de Dustin Hoffman… Datos, datos… Cortocircuito». Más risas y otra interpretación estupenda.
Sigue con una de las más esperadas de la noche y con la que asegura que lleva cinco discos intentando redimirse del pareado idiota. Sí, hablamos de «La cafetera», y es el momento en que la Wah Wah se convierte en un inmenso karaoke. Con el subidón de buen rollo, fin a lo Manos de Topo incluído, sigue con las canciones «happy» asegurando que hay gente que va al psicólogo y que él hace canciones. Nosotros encantados. Así comienza a sonar «El cau del pescador», con esa mezcla de felicidad y nostalgia que se destila en la canción («vendré de visita y así mantendré vivas sus sonrisas»).
Siempre bromeando con la simplicidad de sus canciones, asegura que la próxima es la más bonica y la que más se ha currado, «mis canciones siempre tienen tres acordes, y esta tiene cinco»: La dimensión desconocida. Sigue adelante entre risas y la conexión total con el público asegurando que sigue esperando que le denuncien por plagio por su siguiente canción: «Elena-na». Y acaba enlazando su estribillo con el de “Wicked game” de Chris Isaak.
Y así acaba una parte del concierto y para llegar al momento de afilar garras y abalanzarnos a por carne fresca: canciones nuevas. La primera ya hemos podido escucharla porque forma parte de la banda sonora de la obra de teatro de Llàtzer Garcia, La Pols. Se trata de «El poni roig». Pero sigue con «Oh Rompehielos», canción que dará nombre al disco y que asegura que saldrá en enero por lo que tardan en fabricarse los vinilos. La última de las canciones nuevas, y con letra aún sin acabar porque asegura que tiene 5 versiones: «La reina del Amazonas». Ramón, créenos, déjala así porque nos encanta.
Hemos llegado casi sin enterarnos al punto de no retorno. Sabemos que cada vez queda menos, así que sigue contándonos sus historias, con cambio de guitarra para esta parte C. Una guitarra que le compró a un amigo por unos 90 pavos cuando asegura que valía como 500. Cosas de la necesidad, suena su risa maléfica aunque asegura que es buena persona. Nadie lo ha puesto en duda. Y comienza «Grupo de danza epiléptica».
Nos asegura que las que quedan nos van a gustar, pero reconoce que nos han gustado todas. Y eso ha sido así: nos ha tenido en el bolsillo desde el minuto uno. Sigue con su dosis de humor asegurando que con ella fue la hostia durante una semana para su hija porque la pinchaban en la radio a todas horas. Aunque a la siguiente semana ya era un «¡qué pesado!». Pero ésa es otra historia y tenemos ganas de cantar a pleno pulmón «Sucedáneos». El final del concierto no podía ser menos, el listón estaba alto, así que nos pregunta cómo vamos con los falsetes. Ensayos para los coros de «Tú Garfunkel». Comienza la última canción y lo damos todo, tanto que en la parte final sólo nos acompaña a la guitarra y nosotros cantamos. Somos felices.
Él se despide invitándonos a comprar su disco cuando salga y preguntándose en voz alta si al final va a molar y todo.
No lo dudes Ramón, molas mucho